Dedicado a Amparo Santana, compañera de tertulias y poesía

En las horas más oscuras y tristes de la vida, nos olvidamos y se olvidan de nosotros. Pero todo pasa en este ciclo y nada es perpetuo en nuestro temporal mundo.
Yo también he estado en los infiernos; en el vacío de la densa oscuridad, nadando entre las lágrimas rojas de la Melancolía, incomprendida y sola muchas veces, pero en otras, alguien se acercó y me dio el aliento, la poesía y las sonrisas que me faltaban.



No te olvides
de tomar las pastillas cada día
por vivir unas horas
como pasabas las páginas del libro
sentencioso y obligado de la escuela,
con tal de que el dolor
continúe dormido otra vez más.
Ya no es el invitado
catártico y abierto, tan necesario
y breve de otras épocas.
Volvió para quedarse:
como un gran agujero negro y frío
te perforó el corazón y succionó tu sombra,
tus pasos, tus caminos, la sonrisa, tu luz
y a cambio dejó sólo
soledad, silencio,
el miedo helado a aquello que palpita
y puede convertirse en su alimento,
y una mancha indeleble en tu interior
dispuesta a crecer y devorarte
al mínimo descuido.

ooo

Los teléfonos mudos
van quebrando las venas,
como esta indiferencia de paredes
habitando el silencio,
como esos ojos huecos y huidizos
de las llagas ajenas,
y todas esas palabras de alta cátedra
con aroma a narciso.

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Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, pero es más agradable hacerlo en buena compañía.

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