Como lo prometido es deuda, esta entrada explica el misterio del poema de la anterior entrada, la historia real de la que nacieron sus versos.
¿Será lo que imaginábais...? Puede que no. O tal vez, sí.
M entra curiosa en el desconocido y acogedor local. Busca un marco para un regalo; bello, original y que combine también con los colores de la fotografía.
Entonces la ve; el flechazo es instantáneo. Recuerda que una vez la soñó, pero no pudo encontrarla. Y ahora está allí, esperándola.
Impresionada por su visión da varias vueltas por el lugar, creyendo que el fuerte impulso por volver a su lado y conducirla a su hogar se desvanecerá, o que la vista de otra belleza sustituirá con una nueva ilusión su impetuoso deseo.
Al darse cuenta de que no llevaba dinero encima, marcha rápidamente hacia el cajero. De paso, aprovecha para dar un rápido paseo en otro intento de destruir la fuerza de su impulso enamorado.
Pero nada apaga aquella fascinación hipnótica, y vuelve, decidida a quedarse con La que le llamaba.
Cuando por fin la tiene en el hogar, busca el sitio adecuado donde destaque como se merece; ese lugar donde Ella puede reflejar la luz con los espejos que cubren su mágica materia.
Y una vez ha colocado la estatua de la DIOSA en la estantería central, M recuerda que no sabe el nombre de la encantadora tienda de decoración donde la ha comprado y mira el recibo: Luzbel.