Cómo vivir con ella
sin la muerte
al primer sorbo del verbo
y no hundirse en su insaciable
apetito de nombres.
Renuncia, dicen,
sacrifica tu ansia y muere
sesenta palabras por minuto
sin tu página
o sigue al tigre inmortal de la semiótica
y devora el último vocablo
bajo la dictadura de su hambre
o cómo vivir sin ella