Te hablaré
de una sonrisa prisionera
en la garganta
que ha estrangulado
toda voz
antes de nacer entre los labios,
ahora carne azul, amargo
cadáver
que regresa a sus sombras
en la matriz perdida
del olvido.
Por navegarte
fui saliva en tu boca,
tus lágrimas, tu piel,
tu sudor y tu semen.
Pero el hambre nos quiso
y ahora soy el glóbulo
saciado de tu médula
que te nutre la sangre
sin límites de horas
ni rincones.