La
nieve gana espacio en tu mirada;
no
hay más luz que el filo de su hielo
sin
la húmeda sal de las heridas.
Tus
manos, congeladas, sepultan a tus pies
entre
las sombras: el agua se secó
al
apagar el fuego y tu tierra sin luz,
endurecida
en lápida,
respira
con placer el humo del olvido
que
oculta la fecha de tu entierro.
Aún
crees en los latidos pero tu pulso
es
sólo el aullido de un fantasma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, pero es más agradable hacerlo en buena compañía.