EL HUECO

 Lo abrió al comienzo de su carrera, pero era tan insignificante que no contuvo los remordimientos. Dos años más tarde, cuando consiguió agrandarlo, ascendió a director de Recursos Humanos y pudo ejecutar su primer ERE sin problemas. No se inmutó con las súplicas de los compañeros de trabajo despedidos, ni por las lágrimas de la novia que abandonó después. Tampoco dudó en cambiar el número de teléfono para que sus padres dejaran de molestarlo con sus dolencias y reproches.

Ahora tenía nuevos amigos, tan imperturbables como él; gracias a ellos pronto ingresaría en un famoso club mundial que solo admitía personalidades selectas y poderosas. Necesitaban hombres de grandes huecos en el incipiente Cuarto Reich.


1 comentario:

  1. Los huecos ayudan mucho a la existencia. Lástima que a algunos no es imposible tenerlos. Personalemente, los echo de menos, aunque no me gusten. Un saludo, amigo.

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Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, pero es más agradable hacerlo en buena compañía.

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Los poemas y textos pertenecen a la autora del blog, Matilde Selva López, a excepción de aquellos en los que consta el nombre de otros autores.