Si
fuese una cebolla y se dejara desnudar,
bajo
la irónica palabra y la sonrisa fácil
encontrarías
el músculo cansado de la lágrima,
y
adentro, tras el calcio que pudo ser diamante
y
se quedó en astilla,
hallarías
el miedo ingerido con la infancia,
la
médula fatídica que el vientre de este mundo
defeca
en los más desamparados, los cuerpos de mujer,
en
el pulmón que no respira su excremento.
Y
al fondo, en las profundidades de lo mínimo,
donde
el verbo empieza a conjugarse
y
el alfabeto es todavía un arcoiris
aprendiendo
las notas musicales
al
ritmo de la luz,
escucharías
un
verso a punto de cebolla.
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Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, pero es más agradable hacerlo en buena compañía.