Está
perdiendo el Príncipe sus cruentos:
a
Cenicienta ya no le gustan los tacones,
Belladurmiente
prefiere seguir soñando,
y
Blanca se ha casado con los siete enanitos.
Está
tan triste el Príncipe sin cruento
de
púberes princesas de himen santo
que
su madrastra se ha arrojado al culebrón
donde
las chicas malas sufren todavía
y
el patriarca invoca la moral tradicional
entre
partidos de fútbol y prostíbulos.
Mas
el Príncipe no pierde la cruentitis
y
se ha apuntado a un grupo de autoayuda
contra
la extinción del macho ibérico
que
le promete un puesto en Cruentolandia
y
una empleada de hogar virgen y muda
con
uniforme de princesa sin salario.
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Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, pero es más agradable hacerlo en buena compañía.