El gruñido oxidado de la puerta principal interrumpe el silencio de
la casa. «¡Han vuelto!», piensa Rosaura. Sus padres viajan mucho
por motivos de trabajo, pero esta es la primera vez que la dejan
tanto tiempo sin canguro. Al principio temió que hubieran sufrido un
accidente, porque tampoco sonaba el teléfono... hasta que al tercer día los llamó y escuchó a ambos preguntando sin cesar «quién
es». Entonces sospechó que sus triunfadores papis estaban enfadados
por las mediocres notas escolares de la hija; o quizá era que la
habían castigado por no hablarles desde que empezaron a pelearse
cuando coincidían en casa; o, tal vez, pensaban que la huraña niña
de doce años ya podía arreglárselas sola.
Rosaura siente la ira ralentizar sus pasos escalón a escalón.Ya no
tiene ganas de abrazarlos, aunque continúa descendiendo para gritarles
la rabia que va tiñendo de rojo su vestido.
El alarido estremece la araña del recibidor. La pareja mira
estupefacta al techo: ella le dice a él que no hay viento; él le
contesta a ella que la casa no está sobre zona sísmica. Rosaura vuelve a la habitación para seguir esperando a sus padres.
hola,
ResponderEliminarBuena página y buen relato, realmente da miedo. Enhorabuena y a seguir así.