Leona de la luna,
mariposa del páramo,
aún latías en larva
cuando el grito rompió
y tiñó con su sangre
las horas de tu verbo:
qué pronto viste el
circo, su carnaval de látigos.
No supiste quién eras,
los espejos mentían
y entre tanta tiniebla
la piel como una sombra
ocultando su herida y
luz a la ceguera,
máscaras sin control
para un mundo caído.
En este paraíso sin
pulso de las cifras,
donde dioses numéricos
siembran terror y hambre
y convierten en presas a
los nadies sin voz,
persistes en el verso
con destino de estrofa.
Delatar el algoritmo, es lo que nos queda.
ResponderEliminarU olvidar el miedo y vivir bajo otra ley.
Un saludo